sábado, 23 de febrero de 2008

EL GATO CON BOTAS






Cuando murió el molinero, dejó a sus hijos el molino, un asno y un gato. El hijo mayor se quedó con el molino; el segundo, con el burro y al más joven sólo le quedó el Gato. El hijo menor se lamentaba:
-¿Qué va a ser de mí? ¡Me moriré de hambre...!
-No estés triste, mi amo -dijo el Gato-. Dame un saco y un par de botas para ir por el campo; te demostraré que tu parte de la herencia ha sido la mejor de todas.
Cuando el Gato tuvo el saco y las botas, dijo a su amo:
-Confía en mí. Desde ahora serás el Marqués de Carabás.
El Gato se calzó las botas, se echó el saco al hombro y se fue a un campo donde había muchos conejos.
El Gato con Botas puso hierba fresca dentro del saco, se tumbó al lado haciéndose el muerto y esperó a que algún conejo cayera en la trampa.
Al poco rato, un conejo blanco muy hermoso entró en el saco. El Gato con Botas dio un salto y cerró los cordones del saco, antes de que el conejo pudiera escapar.
Muy orgulloso de su presa, se dirigió al palacio real:
-Traigo un regalo para el Rey.
Cuando le condujeron a su presencia, el Gato hizo una reverencia y dijo:
-Majestad, mi amo el Marqués de Carabás os envía este conejo con sus mejores saludos.
-Dile a tu amo que me agrada mucho su regalo -contestó el Rey.
Al día siguiente, con la misma astucia, cazó unas perdices y también se las llevó al Rey.
Y todos los días, durante varios meses, el Gato con Botas llevó al Rey piezas de caza, de parte de su amo el Marqués de Carabás.
Un día, se enteró de que el Rey y la Princesa iban a salir de paseo por la orilla del río. Entonces, el Gato con Botas dijo a su amo:
-Si seguís mi consejo, podréis hacer fortuna. Sólo tenéis que bañaros en el sitio que yo os diga. Yo me encargaré de todo lo demás.
El joven hizo lo que le aconsejó el Gato. Y cuando el Gato con Botas oyó que se acercaba la carroza del Rey, comenzó a gritar:
-¡Socorro! ¡Que se ahoga mi amo, el Marqués de Carabás!
Al oír los gritos, el Rey asomó la cabeza por la ventanilla y ordenó a sus guardias que salvaran al Marqués de Carabás. Mientras tanto, el Gato le explicaba:
-Majestad, mi amo se bañaba en el río, cuando llegaron unos ladrones y le robaron toda su ropa...
-No te preocupes -dijo el Rey-; un paje irá a palacio para buscar uno de mis mejores vestidos.
Cuando el Marqués de Carabás se puso el traje del Rey, tenía tan buen aspecto que la Princesa, nada más verlo, se enamoró de él. Entonces, dijo el Rey:
-Querido Marqués, ¿deseáis acompañarnos en nuestro paseo?
Antes de que el joven abriera la boca, exclamó el Gato:
-Suba a la carroza, mi señor. Yo me adelantaré para arreglar todos vuestros asuntos.
El Gato con Botas echó a correr delante de la carroza y, muy pronto, la perdió de vista. Corriendo, corriendo, llegó junto a una cuadrilla de cincuenta segadores que segaban un prado inmenso.Antes de seguir su camino, dijo a los segadores:
-Segadores, si no decís al Rey que estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, os sacarán la piel a tiras.
Más adelante, el Gato se encontró con unos labradores que estaban cosechando un campo de trigo y les dijo lo mismo que a los segadores. Y lo mismo a todas las personas que se encontraban en todos los campos.
Finalmente, el Gato con Botas llegó al hermoso castillo de un Ogro, que era dueño de todas las tierras que había recorrido.
El Gato con Botas llamó a la puerta y, cuando estuvo delante del Ogro, le dijo:
-Señor, he venido hasta aquí atraído por vuestra fama. Me han dicho que tenéis el poder de convertiros en toda clase de animales...
El Ogro rió y dijo:
-¡Es cierto! Para demostrártelo, me convertiré en león.
El Gato se asustó cuando vio al león allí delante, y trepó hasta el alero de un tejado.
Cuando el Ogro recobró su forma, el Gato descendió y le dijo:
-Perdonad mi atrevimiento; pero lo que yo dudo es que podáis convertiros en un animal pequeño. Por ejemplo, en un ratón...
-¿No lo crees...? -dijo el Ogro riendo-. ¡Ahora verás!
En un momento, el Ogro se convirtió en ratón y se puso a correr por el suelo. Entonces, el Gato con Botas se arrojó sobre él y se lo comió.
Mientras tanto, el Rey había preguntado a todos los que encontraba quién era el dueño de aquellos campos.
Los segadores, los cosechadores, los viñadores y todas las gentes que trabajaban los campos le dijeron lo mismo:
-Son del Marqués de Carabás, Majestad.
Cuando llegaron frente al castillo del Ogro, el Rey mandó detener la carroza y preguntó:
-¿A quién pertenece este castillo?
Entonces, apareció el Gato con Botas, que todavía se estaba relamiendo los bigotes; hizo una reverencia muy gentil y dijo:
-¡Majestad, sea bienvenido al castillo del Marqués de Carabás!
Todos entraron en el salón principal, donde les aguardaba una magnífica cena, que el Ogro había encargado para sus amigos.
El Rey estaba muy contento de la simpatía y de las posesiones del Marqués; por eso, al ver que su hija estaba enamorada de él, dijo:
-He decidido concederos la mano de la Princesa.
Al día siguiente la Princesa y el Marqués se casaron.
El Gato con Botas se convirtió en un personaje muy importante y, a partir de entonces, no persiguió a los ratones más que para divertirse.
FIN

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